lunes, 1 de marzo de 2010

Doctor

El doctor Julio Masomenos no se decidía a estar alegre esa mañana. Despues de meditar largo rato en el bar frente a su café con leche, el diario y una revista arrugada por el trajín del viaje, saboreo la medialuna de grasa que solitaria reposaba sobre un platito rojo apenas con un mordisco sutil casi de rechazo. Las noticias en el periódico no eras de las mejores, por lo que su espíritu ya no contribuía a promover un gesto de felicidad elocuente en aquel enorme rostro de barbas blancas. Sin embargo, todavía quedaba algo de tiempo antes de partir para encontrar alguna excusa que enderezara el panorama y le trajera algo reconfortante donde escudarse. Quizás en la ventana, sobre la calle, en el andar inquieto y revoltoso de una nena que parecía demasiado caprichosa, en el quejido de una escoba maniobrada por una señora alta que no se dejaba mirar o en la entrada del supermercado, donde un joven apenas lo miro desconcentrado en el mismo instante que Julio sorbía su último tramo de café, apoyando la taza con cautela sobre la mesa, antes de escuchar el disparo, los vidrios rotos y una selecta colección de gritos desconocidos acompañando su trayecto hasta el suelo, desde donde atino a levantar la cabeza para ver dos cuerpos escapar corriendo, herido en alguna parte que todavía no lograba descifrar. El doctor sintió venir mucha gente preocupada por su estado o curiosa. Esa noche hablarían de él en los noticieros y a pesar de todo Masomenos se alegro de la situación.

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