lunes, 6 de julio de 2009
Umbral
La mañana del silencio despertó junto a los cadáveres del cenicero, mientras ella se iba apurada tomando un café helado con la ropa sucia de ayer en sus manos. Llovía afuera, era invierno y habían dejado de admirarse unos meses atrás, tolerando los tedios interminables de la convivencia, buscando ahora encontrar la verdad del amor, escondida dentro de esas cada vez más frecuentes y singulares muertes cotidianas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario