jueves, 27 de noviembre de 2008
Remedio
Ningún método servía para contrarrestar su malestar, ni la leche tibia, la música clásica o los libros de innumerables páginas antes de acostarse. Hasta que una mañana Sofía, una vecina que lo ayudaba en la casa, planto con ternura algunos besos en la almohada de Octavio, para que al llegar la hora de acostarse crecieran con fuerza y pudiera sentir toda esa intensidad que guardaba dentro. Esa noche no hubo insomnio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Los pequeños gestos hacen cosas tan grandes por uno, algunas veces.
Te dejo saludos.
Un remedio precioso. Me encantó.
Aveces, la ternura salva
Te he visto comentar por ahí, referenciado, recomendado... y hasta ahora no he tenido tiempo de leerte con calma. No debería haber tardado tanto.
Saludos.
Publicar un comentario