Llovía a un costado de su ayer cuando se produjo el síntoma frente al encuentro con un camino olvidado. Las baldosas ya no parecían reconocer aquellos nuevos pasos disfrazados con zapatos grandes que recorrían firmes y en secreto, teñidos por el retorcijón repentino de una sombra que encastro de lleno en toda su intimidad. El hombre había soñado nuevamente al niño lleno de colores, las piernas rotas a moretones por el fútbol y un sabor a vereda gastada de tanto juego, todavía llenaba los espacios de irregularidades con lagos y lagunas inconexas sobre toda su inundada extensión , mientras la inocencia lo salpicaba de nuevo sin querer sobre la que alguna vez fue la vereda de su infancia.
lunes, 19 de octubre de 2009
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