viernes, 19 de marzo de 2010

Colores

La mayor parte del tiempo en aquella oficina Saldivar se sentía gris, casi lunes, sin sal y un poco invierno. Sin embargo no se descuidaba porque el dolor de espaldas con el sueño acechan de cerca en este tipo de lugares, por lo que hay que estar muy atento. Además estaba el tema de la humedad de los huesos, que sentía como le iba carcomiendo la base del cuerpo. Saldivar no se dejaba ganar y permanecía listo a esquivar cada simulacro contradictorio que se le presentara junto a cualquier derrame espontáneo de café, enfrentándose a la manecilla de las horas y discutiendo con la de los minutos, hasta que con el último esfuerzo vaya empujando con paciencia cada segundo afuera invitándolo a que se retire del lugar. Y al final cuando cada aguja se pone de acuerdo acomodando en el rincón indicado cada parte de su anatomía Saldivar llega a la meta, deja el gris en la silla, bosteza y camina rápido para no perderse el último rayo de sol que se escapa por el horizonte, mientras espera en la parada del colectivo recobrando la fuerza y el color que había dejado tan olvidados afuera.

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