Como prueba de aquel encuentro imposible sobrevolaba el espejismo de una canción de fondo y algunos restos de chocolate sobre la repisa. Francisca ya no se sentiría sola en las noches, ni tendría más miedo a la oscuridad, apenas despues de abrir sus ojos y ver como caminando se alejaba hacia el otro lado la abuela Carmen, desvaneciéndose lenta y apaciblemente en la misma materia con la que quizás se construyen los sueños.
lunes, 5 de abril de 2010
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