jueves, 7 de mayo de 2009

Vueltas


Adormecido, como esperando, levanto la cabeza rodeado de sombras y objetos irreconocibles, mientras la alarma gritaba eufórica desde algún lado por allá arriba en la montaña, justo a tiempo para alcanzar a tientas un vaso de gas oli frio burbujeante de la mañana anterior y refrescarse la garganta. Estaba muy cansado de pasar la noche tecleando duro el ordenador hasta el otro día, aunque era necesario levantarse en serio y empezar a mezclar las caras, los viajes, las controversias y los delirios propios del sueño durante su estadía como un prolijo zombi en el mundo de los despiertos. El techo hoy coincidió en el plano inclinado y perplejo se dejo llevar volando sobre el barullo hostil de una ciudad desconocida. Ya más tarde, ya más relajado, amortizo el impacto con un puñado de chocolates invisibles en un desierto de flores, saliendo definitivamente de aquel mundo estructurado de almohadas, perdido en la cotidiana extrañes de unas maneras incontrolables, situaciones nuevas o quebrantos musicales según el azar lo dispusiera. Vivir así no era fácil en absoluto, menos después de haber trabajado toda la noche tendido sobre la cama, con los ojos cerrados y quietos, moviéndose de costado de cuando en cuando para cambiar el enfoque o incentivar el panorama.
Pura envidia fue su cuerpo al situarse en el tiempo, dejando atrás las frazadas de los lunes y los papeles desparramados, que todavía reclamaban manchas de café con leche y medialunas sobre la cama caliente. La diferencia era enorme, por ejemplo con los colores que varían mucho durante el día, allí nada permanece constante en absoluto y la mirada se transforma en otra cosa mucho más difícil de explicar, sin certezas ni puntos de apoyo. Con decir que ayer nomas lo nombraron presidente de la firma y se peleo con todos los matones del depósito a trompadas y hoy, ya se prepara para salir a combatir loros con Rita y Mariel, ambas contadoras de la organizacion, sobre un transatlántico irlandés por Guatemala.
De nada sirve hacerse mala sangre, porque al fin y al cabo ya aprendió a disfrutar del viaje volando sobre la ciudad, cayendo de golpe sobre el aire frio de la nada o frecuentando pesadillas como si de películas se tratara. Eso sí, las pesadillas no eran constantes, sino la cosa se hubiera hecho imposible, pero cada tanto provocaban alguna que otra repentina vuelta a la confortable habitación para tratar de calmar la aguas y dormir la siesta, mientras revisaba escritos o contestaba llamadas telefónicas importantes impostando un feroz nerviosismo con los proveedores. Asi eran los dias, todo shock y controversia, todo confusión y jeroglífico de emociones, menos mal que todavía mantenia su cordura durante el largo y monótono papeleo nocturno organizando planillas o equilibrando balances de las cuentas, ese era su verdadero cable a tierra en aquel manicomio de la calle charcas, porque aunque suene extravagante o divertido soñar despierto y trabajar dormido, les aseguro que sin ese tipo de distracciones Lorenzo ya habría explotado hace largo rato.

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