lunes, 29 de marzo de 2010

Milagro

Como todos los días Abril voló hasta el árbol más alto, recogió la fruta necesaria en su canasta y camino sobre unas nubes que le hicieron cosquillas acariciando su pelo. Converso luego con varios pájaros hasta cansarse y volvió como siempre solía hacerlo, desplegando su cuerpo anatomicamente humano para aterrizar descalza sobre un pasto suave, sumergida en la confusión mecánica de un milagro tan cotidiano que le resultaba imposible percibir como tal.

lunes, 22 de marzo de 2010

Nota

Envuelve el picaporte y empuja despistado balanceándose de lado a lado hasta la silla, rechina su articulación encorvándose hacia atrás ayudado por sus compañeros, así le dijeron que entraría en forma, luego arquea el instinto hacia abajo y hundido en una suerte de delirio crónico, da vida a una nota descarrilada que siente caer despacio desde el piano para hacerse trizas en el suelo. Toda la habitación ahora es un desastre musical. El dedo arrepentido se esconde temblando tímidamente sobre un do menor.

viernes, 19 de marzo de 2010

Colores

La mayor parte del tiempo en aquella oficina Saldivar se sentía gris, casi lunes, sin sal y un poco invierno. Sin embargo no se descuidaba porque el dolor de espaldas con el sueño acechan de cerca en este tipo de lugares, por lo que hay que estar muy atento. Además estaba el tema de la humedad de los huesos, que sentía como le iba carcomiendo la base del cuerpo. Saldivar no se dejaba ganar y permanecía listo a esquivar cada simulacro contradictorio que se le presentara junto a cualquier derrame espontáneo de café, enfrentándose a la manecilla de las horas y discutiendo con la de los minutos, hasta que con el último esfuerzo vaya empujando con paciencia cada segundo afuera invitándolo a que se retire del lugar. Y al final cuando cada aguja se pone de acuerdo acomodando en el rincón indicado cada parte de su anatomía Saldivar llega a la meta, deja el gris en la silla, bosteza y camina rápido para no perderse el último rayo de sol que se escapa por el horizonte, mientras espera en la parada del colectivo recobrando la fuerza y el color que había dejado tan olvidados afuera.

lunes, 15 de marzo de 2010

Beso

Cuando no se espera nada, a la orilla de la verdad, donde los vientos soplan distinto a todo. En el instante justo en que aparece la fuerza intangible del alma inquieta, observando detrás de un cuerpo, aguardando que las palabras correctas atraviesen los conductos correspondientes y al nacer veloces viajen al otro lado del puente. Disfrazadas de susurro, vibrando en sus ojos hasta el punto ebullición, temblando en las manos, activando los nervios, la sangre, los sentidos para cruzar al otro lado en forma de onda expansiva que arrasa. Acariciando desde lejos y resurgiendo de las contradicciones como latidos, como la gloria. Naufragando con cierta tierna sutileza, teñidas de ojos vivos e inestables, poco antes de acercarse, llegando al extremo de un perfecto enfrentamiento de cuatro labios, cuando todo es posible y ya no se espera nada, siempre a orillas de la verdad.

lunes, 8 de marzo de 2010

Incierto

La decisión está tomada: un capitulo inconcluso dejara atado por siempre al protagonista a un destino incierto, a los sutiles caprichos del viento húmedo o al calor incandescente de los soles de verano. Incierto como la vida, impredecible como las emociones del arte, paralizado en el ultimo renglón del libro en mitad de la estación con un ticket en la mano, que desde esta absoluta lejanía ningún lector podría llegar a observar.

lunes, 1 de marzo de 2010

Doctor

El doctor Julio Masomenos no se decidía a estar alegre esa mañana. Despues de meditar largo rato en el bar frente a su café con leche, el diario y una revista arrugada por el trajín del viaje, saboreo la medialuna de grasa que solitaria reposaba sobre un platito rojo apenas con un mordisco sutil casi de rechazo. Las noticias en el periódico no eras de las mejores, por lo que su espíritu ya no contribuía a promover un gesto de felicidad elocuente en aquel enorme rostro de barbas blancas. Sin embargo, todavía quedaba algo de tiempo antes de partir para encontrar alguna excusa que enderezara el panorama y le trajera algo reconfortante donde escudarse. Quizás en la ventana, sobre la calle, en el andar inquieto y revoltoso de una nena que parecía demasiado caprichosa, en el quejido de una escoba maniobrada por una señora alta que no se dejaba mirar o en la entrada del supermercado, donde un joven apenas lo miro desconcentrado en el mismo instante que Julio sorbía su último tramo de café, apoyando la taza con cautela sobre la mesa, antes de escuchar el disparo, los vidrios rotos y una selecta colección de gritos desconocidos acompañando su trayecto hasta el suelo, desde donde atino a levantar la cabeza para ver dos cuerpos escapar corriendo, herido en alguna parte que todavía no lograba descifrar. El doctor sintió venir mucha gente preocupada por su estado o curiosa. Esa noche hablarían de él en los noticieros y a pesar de todo Masomenos se alegro de la situación.