lunes, 7 de septiembre de 2009

Desvios

Con el coraje embravecido por encontrar evidencia incriminatoria capaz de encarcelarla, el señor de bigotes extraños desempolvo los cuadernos que Verónica guardaba en el cajón de abajo de la cómoda. Sin ninguna intención se fue intoxicando de palabras hasta verse extraviando en una espesa inmensidad repleta de universos inabarcables y precisos, donde sistemáticamente cada orden resguardaba la seguridad de todo un sistema. La aritmética de cada relato lo fue desplazando de sí mismo hasta dejarlo entre absorto y aturdido, obligando a toda su anatomia a detenerse para tumbarse en lo que parecía ser un banco de plaza, contemplando ligeramente el horizonte y sucumbiendo bajo la prisión de una geografía completamente desconocida, en la que de algún modo Veronica lo habia dejado atrapado y de la que estaba seguro no podría ya escapar.

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