martes, 17 de febrero de 2009

Mundos

Después de las 12 Elsa aparecía con los remedios en sus manos, ayudándose con sus brazos y bolsillos, demasiado cargada de tóxicos como para despertar a todos los enfermos del pabellón. Damián había aprendido a entender la hora gracias a sus rondas, por lo que ella cumplía algo más que solo aquella función distributiva, convirtiéndose en su propio reloj humano sin saberlo y casi por reflejo. Sin embargo el tiempo no era el mismo desde la reclusión, todo cobraba diferentes formas desde allí dentro, los de afuera parecían extranjeros dentro de este otro mundo de enfermos, perdidos por los pasillos buscándose a un enfermo para visitar dentro de un universo ajeno y desconocido, que según Damián había absorbido toda la realidad para compactarla, de manera que solo quedaran unos pocos metros justos y nesesarios como para sobrevivir.
A veces sonaba una música lejana que lo hacía olvidar las grietas del techo sobre la cama por unos momentos, pero nunca después de las 8, cuando el hospital quedaba casi vacío y a nadie le importaba demasiado que los fantasmas visitaran a los enfermos para socializar. Las noches de silencio eran las peores. Durante ellas ni siquiera los fantasmas se atrevían a hacer ruido, por eso eran mucho más largas y difíciles de soportar. Según la señora Vertoti aquel silencio correspondía a una visita esporádica de la muerte al pabellón, advirtiendo su pronta aparición y aquel silencio frio que todos percibían representaba una suerte de respeto sobreentendido compartido por ambos mundos. Damián no le creía demasiado, pero los gestos que usaba ella para contar su parecer, le producían un miedo insoportable que solo era emparchado con dificultad por alguna delicia cotidiana de chocolate, cuando el médico lo permitía, o el recuerdo de cuando un pájaro le robo a la señora Vertoti aquel pedazo de pan entre gritos, risas y escándalos indiscriminados. Imaginarla nuevamente en aquella situación lo tranquilizaba aminorando progresivamente el terror hasta que lograra conciliar el sueño.
Una cosa es acostumbrarse a los ruidos y las travesuras de los fantasmas, charlar con ellos como si nada o retarlos, medio en serio medio en broma, pero otra muy diferente es lidiar con la muerte, así de manera tan cercana, desconocida y con un idioma tan distinto al que estaban acostumbrados y solo los que están cercanos a ella pueden comprender. Ya eran las doce yElsa, la señora reloj, paso de largo hacia el fondo del pabellón. Era otra noche de silencio y el clima delicado del ambiente se hacía sentir. A punto de dormirse la señora Vertoti saludo sin ganas a Damián mirándolo muy fijo, temblaba mucho y casi sin quererlo en un instante eterno él pudo ver como su alma se iba expandiendo. Luego algo cambio y la vio sonreír tiernamente como si su cuerpo no pudiera contenerla, una luz brillante del tamaño de un trozo de pan salió de su pecho, lo recogió con sus manos y se lo dio a un pájaro azul que hasta ahora él no había visto, el cual lo recogió con su pico llevándolo a toda prisa en medio de la noche, dejando atrás un cuerpo tendido y seco sobre las sabanas.
Ni los fantasmas, ni la muerte volvieron a asustar a Damián en el resto de su estadia, sin embargo le resulto imposible olvidar los gestos de la señora Vertoti cuando estaba de ánimos y hablaba de la muerte, sonando igual a los hábitos de los extranjeros, rodeándolo todo con sus expresiones inexactas, conjeturas complejas y las mismas paradojas a las que están tan acostumbrados en el exterior. Mientras tanto allá afuera sus familiares lo esperaban para que sane bien, para que olvide aquel tramo de su vida y vuelva a reinsertarse junto a los suyos convirtiéndose de nuevo en uno más. Sin entenderlo demasiado, pero firmes para que vaya abandonando de una vez y para siempre este nuevo temor que había cobrado hacia los seres humanos, hacia esos extranjeros a los que ahora veía indeseables. Cortando todo vinculo con sus cotidianos compañeros fantasmales y esas noches de silencio en que paseaba por el pasillo la muerte como si nada. Pronto quedaría libre de toda reclusión para asustarse como es debido de ellos, justo como lo hacen ahora los extranjeros, desde allá afuera, transformándose sin darse cuenta y poco a poco con aquella otra rehabilitacion en un lugareño mas…

1 comentario:

Poetas Anónimos dijo...

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Poetas Anónimos