viernes, 13 de marzo de 2009

Paraisos

Pocos conocían el secreto de aquellos trabajadores celestiales y de cómo ejecutaban sus proezas. Por lo general se movían de a dos o tres, llegando de repente a un pueblo y acercándose a un hombre selectamente escogido para propinarle un fuerte pero no mortal palazo en la cabeza que lo dejara inconsciente. Luego lo trasladaban a un sitio lujoso subsidiado por algún hombre rico en medio del desierto con el fin de brindarle un harem propio de mujeres hermosas, comida, bebida, música y otros placeres que de otra manera hubieran sido inalcanzables para su estatus social. Así vivía el hombre por un tiempo, creyendo haber alcanzado el paraíso, el verdadero paraíso celestial, hasta que después de tiempo un nuevo e inesperado palazo en la cabeza los devolvía nuevamente a su realidad, a su pueblo, su vivienda y familia con la finalidad de que pudieran contar la experiencia a sus conocidos asegurando nuevos fieles a la causa religiosa. Aquel sitio era un atractivo turístico de gran envergadura, al igual que ahora lo podría ser una publicidad de celulares, de automóviles, un concurso millonario de tv, la esperanza de un boleto de lotería o un desodorante que genera mujeres ansiosas por tener sexo con solo su aroma. Paso el tiempo y cambiaron los conceptos, sin embargo sigue persistiendo esa necesidad imperiosa de asegurarse un paraíso, de que otra vida es posible, a pesar de conocer la mentira y todo su peso se hace imprescindible seguir creyendo y esperando el palazo salvador, aunque despues solo quede un chichón ensangrentado que no se vaya con demasiada facilidad....

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que nunca sabremos es la opinión de los que recibieron el palazo demasiado fuerte.