jueves, 17 de diciembre de 2009

Resumen


Llovía y llegaba tarde a trabajar.

(Flotaba su anatomía en agua espesa sobre las medias pesadas, lanzando charcos en línea recta a cada paso. Con la mano derecha el bolso empapado, en la izquierda un paraguas viejo de colores rojizos, que fue el único que encontró a mano, desarmándose en su propia estructura metálica que requería reparaciones inmediatas en un promedio de cada 20 metros. Un señor de barba se le acerco, olia muy mal y llevaba un cigarrillo completamente mojado que cada tanto llevaba a su boca automáticamente. Al verlo se lo empujo contra una pared con fuerza mientras continuaba con aquel acto digno de un trapecista chino. Detrás de una vidriera empañada unos cuantos ojos desconocidos se reunieron para observar indiscretos, como el viejo loco atacaba a los transeúntes bajo el teatro callejero y lluvioso. El viejo parecía saberlo.)

Su jefe estaba impacientándose.

(El sonido de la computadora hoy parecía más furioso que nunca agotando sus últimas fuerzas, lenta y malévola daba lucha a quien se le enfrentara desafiando la paciencia. Todo era irritable después de usarla, el café, la luz azul que daba un tono pálido a cada una de las cosas, los chistes malos de Parenza, todo. Un último charco lleno de barro decoro sus pantalones artesanalmente, no le importo mucho, al fin y al cabo era lógico tener una coronación después de aquella travesía.)

Por suerte no le dijeron nada respecto a su retraso.

(Los desastres de su atuendo, el agua discurriéndose inevitablemente por cada rincón y el barro líquido dejaron un tendal de mugre en el hall. Apenas noto la mirada del jefe hizo un gesto cómplice y secándose como pudo se arrastro sutilmente hacia su escritorio, encendió la computadora como cualquier otro día, prometiéndose apenas saliera de trabajar comprar un nuevo paraguas y no volver a pasar más por la calle Otamendi.)

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