jueves, 19 de noviembre de 2009

Mundos

Dispara imágenes al aire con sus ojos cerrados. Hay allí un deseo incontenible, donde unas cosas se suman y se restan constantemente, disfrazadas a su antojo que no paran de rodearlo. Percibe a un mago, un elefante, quizás todo un circo antes de que comience la función. El enjambre irreconocible de figuras se multiplica y desaparece, aleteando dentro de un extraño e intenso calor. Las miradas pesan, pero mantiene sus cansinos ojos negros cerrados, sosteniéndose sobre dos ojeras agudas, que a sus vez se sostienen por los pómulos, temblando desconcertados por la irreconocible intensidad de los sonidos. Algo lo incita a mirar, a aumentar el rigor de aquella tensión invisible de ahí afuera, que va rodando sobre rieles metálicos y sin pensarlo, vuelve al mundo de antes, el de los diarios y las zapatillas, las mochilas y los empujones, dejando tirado en un costado del banco su leve dormitar para que lo agarre quien quiera. Son las 9 de la mañana. El subte llego a destino.

No hay comentarios: