jueves, 7 de enero de 2010

Inspiracional


Era un local algo pequeño con una fachada llamativa, una puerta verde y dos grandes vidrieras. En una de las vidrieras textos dispersos y dibujos, artefactos coloridos y fotos, en la otra varias maquinas de fotos, una de video, luces y muchos libros. Su interior era más grande de lo que parecía, con varias góndolas que daban la sensación de estar en un supermercado, carteles indicadores y un plano detallado sobre un muro. El primer sector estaba lleno de fragancias conocidas de perfumes, lugares y comidas, en el segundo había varios cuadernos escritos con letras forzadas y otros con dibujos de niño. Más atrás reconoció una pila de libros viejos todos prolijamente subrayados, juguetes descompuestos, piedras de colores, muchas fotografías, una guitarra roja y un set de pinturas. En el fondo ya no llegaba la luz, una tela separaba el último rincón protegiéndolo de todo acceso, pero la imagen era tan fuerte y la oscuridad tan grande, que sus piernas no se atrevieron a entrar. Una mujer muy hermosa salió de allí, la miro a los ojos profundamente y creyó reconocerla. En su andar distante se mostraba tan distraída, inquieta y esquiva, que apenas lo miro cuando le entrego el vuelto por una vieja libreta escrita con algunos textos en birome azul. Extraviado por la experiencia salió a la calle, no reconoció a nadie, ni siquiera a la ciudad que lo esperaba calurosa para volver a abrazarlo con sus sonidos y su cemento. Sin mirar atrás llego hasta una plaza cualquiera, encendió un cigarrillo y abrió la libreta. En las dos primeras páginas había palabras descompuestas, textos sin sentido, mas adelante reconoció un estilo familiar y luego de la séptima hoja varios fragmentos de sus propios textos. Atemorizado decidió volver a la tienda pero jamás logro encontrarla nuevamente y al poco tiempo cayó preso de una extraña disposicion anímica similar a una enfermedad, que lo llevo a ir perdiendo poco a poco su entusiasmo creador en pesadas cuotas mensuales, olvidando por completo aquel altercado de ojos esquivos que le dejo como último trozo de inspiración aquella libreta hoy adormecida en la biblioteca.

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