jueves, 28 de enero de 2010

Remigio


Remigio solía desplegar unas alas pequeñísimas para el deleite de Andrea, que lo veía viajar despreocupado elevándose por encima del barrio, surcando nubes espesas y haciendo algunas piruetas solo para ella de tanto en tanto. Como un ángel esa noche Remigio se elevo alto, giro unas vueltas peligrosas recitando algún tango de los viejos, hasta que un inmenso grito desde abajo salpico sus entrañas derribando su cuerpo de manera instantánea hacia el vacio, atravesando las ramas de un árbol, un techo mal pintando y finalmente el impacto sobre la cama de Andrea, quien venía aturdida de soñar otros asuntos, compartiendo aquel destierro ingrato fruto de una llamada telefónica con número equivocado.

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