lunes, 8 de febrero de 2010

Gato


Entro a la cocina con sus patas mojadas por la travesía en el pasillo. Observo un bol lleno de leche y muy incomodo se resistió a probarla por lo menos hasta secarse un poco más, paseando a su alrededor mientras iba dejando huellas extraviado por las sombras de un árbol que se colaba por la ventana. Poco tiempo era el que llevaba en aquella casa pero las cosas no se le estaban dando del todo bien. Intento decirlo de todas las maneras al alcance de un gato, enojándose contra los muebles, rompiendo el sillón del living a los arañazos, volviendo a cualquier hora de la calle y maullando con rabia a la nada, pero a su dueña todo eso le parecía tan normal y digno de un gato de su estirpe, que sin mucho preludio y casi cariñosamente primero lo regañaba como un niño, otro rato lo ignoraba sin hablarle y enseguida los dos se olvidaban de lo acontecido entre la hora de la novela de la noche, las revistas de moda y los vasos de leche tibia a la madrugada, para seguir conviviendo como siempre, ella vestida por sus padres de Aldana y él cargando con el peso de un nombre que no se le amoldaba, fruto del capricho de su dueña, demasiado disfrazado de Frulinardo Pereira Gaitan o Fruli para los conocidos.

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