jueves, 25 de febrero de 2010

Mabel

Persiste la fingida indiferencia del rostro. La cara extrañada que casi traiciona y el esfuerzo de no querer reconocer la situación, revolcándose en un murmullo interno, apartando la mirada como si nada. Todos los objetos son el mismo objeto mientras tiembla inmóvil para seguir camino, sin titubeos ni tiempo para sentarse a pensar, porque los recuerdos amenazan de cerca y en esta situación es fácil extraviarse ante el peligro. Por eso entendió que lo más conveniente es ir bien adornado, peinarse una sonrisa, inventarse un sombrero que cubra los pensamientos y abotonarse los ojos con el sueño de los cansados, ni tan profundo ni tan liviano, hasta llegar a inundar las intensidades con un fuego renovado que dure hasta la vuelta de la esquina. Ya en un lugar seguro el suspiro finalmente puede salir disparado con total indiscreción contra cualquier paredón, conservando la sensación en secreto hasta llegar a unas pocas cuadras del próximo inesperado día en que Mabel, su novia del primario, vuelva a aparecer por la calle Corrientes cargando aquel melancólico sentimiento, de cuando todavía se sabía eterno.

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