miércoles, 17 de septiembre de 2008

Can

Pensó que habría que convencerla como fuera posible de su inocencia con cada paso, sin tropiezos desorbitados que la hicieran desconfiar y sincronizando señales complejas de ternura que oculten la evidencia, mientras lamia apresurado los restos de carne, papas e incluso verdura esparcidos en el piso y toda la mesa, producto de su indiscreta tentación canina, poco antes que regrese de sacar la basura de afuera.

1 comentario:

Ego dijo...

Si su indiscreta tentación
estuvo arropada por el dinosaurio de aquel microrrelato,
quizás el camino sea el mismo.
Un aplauso.
Un (b)ico...