miércoles, 17 de septiembre de 2008

Ella

De pequeña estar con ella era como llevar encima un raspón ardiendo constante e indiferente en algún lugar del cuerpo, ya de joven costaba horrores acompañarla atravesando obstáculos, cortando el fuego con tijeras de papel y sonriendo como tonto entre los demás quemados, mientras ella no sufría ni el mas mínimo rasguño. Hoy el entramado se complejiza, crecieron los argumentos y las responsabilidades y para la mayoría dejo de ser tan encantador como antes. Los conocidos ahora se acercan con desconfianza y preguntan con cautela para ver como sigue la cosa, si se lleva con calma su compañía, siempre con gesto adusto y expresión austera de superados, acompañados del brazo de su esposa con una voz grave y melodiosa, intentando ocultar el morbo bien adentro pero sin lograrlo. No corren, mas bien se acercan despacio, cómodamente instalados en sus trabajos y seguras ocupaciones por no rasparse con los bordes, atravesar obstáculos o acercarse un poquito siquiera al fuego, no vaya a ser cosa que salgan quemados. Solamente la observan de afuera temblando ante su invencible paso con la misma fascinación que les produciría sufrir un accidente, y teniendo en cuenta sus nuevos gustos eso ya es pedir demasiado.

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