martes, 14 de enero de 2020

Quito

I
Las noches sin mosquitero lo dejaban aturdido soportando su aleteo incesante. Era no más de uno el maldito, camuflado con el entorno como un depredador salvaje. Un reflejo de manos torpe y lejano le acerca una ventisca triste a su adversario. La noche es larga y la sed de sangre imbatible, piensa mientras aguarda cerca de la mesita de luz, sabiendo que apenas cierre sus ojos y se entregue todo cambiara.

II
La alegría de haberlo aniquilado de un saque rápido con un viejo diario se evapora rápido. Aquella estructura perfecta reventada contra la pared que lo interpela contando la historia de un crimen, retrata el recuerdo vívido de su propia finitud.  El mosquito rematado yace en paz, su mente intranquila no.  

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