I
Las noches sin mosquitero lo dejaban aturdido soportando su
aleteo incesante. Era no más de uno el maldito, camuflado con el entorno como
un depredador salvaje. Un reflejo de manos torpe y lejano le acerca una
ventisca triste a su adversario. La noche es larga y la sed de sangre imbatible,
piensa mientras aguarda cerca de la mesita de luz, sabiendo que apenas cierre
sus ojos y se entregue todo cambiara.
II
La alegría de haberlo aniquilado de un saque rápido con un viejo diario se evapora rápido. Aquella estructura perfecta reventada contra la pared que lo interpela contando
la historia de un crimen, retrata el recuerdo vívido de su propia finitud. El mosquito rematado yace en paz, su mente intranquila no.
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