jueves, 1 de noviembre de 2007

Peleas

Ella apareció como un fantasma con cara maliciosa, se enfrento con furia a Facundo y al finalizar la fuerte contienda se fue a su casa dejándolo solo.
Ya en su habitación todavía alterado, el muchacho recordó las palabras de su amigo Enrique referidas a que nunca se le ocurriera discutir con una mujer enojada, que ahí no valen las razones y pase lo que pase de todas maneras iba a terminar pagando algún precio, que con un poco silencio a lo sumo podía lograr amortiguar. Pero Facundo no era asi y nunca se le hubiera ocurrido seguir su consejo, por lo que prefirio consolarse pensando que esta noche dormira solo pero tranquilo, porque por lo menos no se dejo atrapar por aquella amenazante e impotente indiferencia, tan característica del que vive en un constante acostumbramiento.

1 comentario:

Tempus fugit dijo...

Pura sabiduría. La ira impide el razonamiento.

un abrazo.