miércoles, 3 de septiembre de 2008

Cautiva

-Sera que usted viene a ver a Rocío Mirelia del Solar? Pues aquí la tiene, espéreme tantito – y la señora en alpargatas apuro el paso mientras terminaba de baldear la vereda. Augusto se puso nervioso, pensó que lo estaban engañando porque jamás podría imaginar a alguien como ella así, la misma que alguna vez lo había desvelado en la ficción comportándose ahora tan diferente, sin esa extraña antipatía hacia las cuestiones vulgares ni su voz hasta entonces desconocida pero cálida, clara y serena, deslizándose por el aire. Apoyado contra una pared sucia encendió un cigarrillo mientras miraba el agua correr por las canaletas. Rocío lanzo la vieja escoba y conversaron entre pitadas, fue ahí que se convenció, Rocío sería incapaz de fumar. Aquella no podía ser Rocío.
La puerta rechino bastante cuando entraron a la casa, la misma que Augusto ya conocía bien por haber leído tanto la novela, prepararon café antes de la entrevista y entre molesto y decepcionado se dejo caer en un sillón naranja, considerando la idea que esa mujer había secuestrado a Rocío para apoderarse de su vida. Toda la información que había recabado no serviría ya para nada, era otra persona la que estaba allí, o por lo menos eso creyó hasta sacar el bolígrafo junto a la libreta, y ella, la que estaba escondida hasta entonces en algún lado, la misma Rocío de la ficción se sintiera demasiado atraída como para rechazar la vuelta, mucho más relajada, segura y sin ningún tipo de presiones. Así era ella y hasta ahora su actitud era la mas conveniente en primera instancia, ya que tampoco se trataba de andar mostrándose como si nada ante cualquiera, pero porque en realidad además fue Augusto quien hasta entonces no la había cautivado correctamente, con toda esa suspicacia constante rondando en sus ojos, impidiendole volver a aparecer en escena.

2 comentarios:

dijo...

el poder de la imaginación, el inmenso poder.
besos

Meche dijo...

Cuestión de no sacar el anzuelo correcto.

Hey! Cautiva! Where I live.