martes, 21 de octubre de 2008

Lunch

Encontró sin quererlo ese hueco secreto en una plaza en el que el cielo quedo temblando despacio, pidiendo algo irreconocible, una suerte de alivio de algodón separándose lento por un puñado de rayos cálidos, un suspiro de octubre sobre el techo de la ciudad, el verdadero techo, ese que esta a la intemperie, afuera, donde uno se puede tranquilamente bañar al sol un rato antes de despertar de repente en medio de una primavera en Buenos Aires, sin reconocerse todavía del todo por el adormecimiento, hasta el paso de alistarse apurado, siempre llegando tarde, mirando el reloj correr, predispuesto a escaparse de la ciudad en cualquier subterráneo, desistiendo del plan y pisando las baldosas tibias con los zapatos negros cada vez mas rapido, camino a una oficina gris de techo falso, demasiado falso, rodeado de ascensores con espejos, unas permanentes luces azules y el café con azúcar sobre el escritorio, embarrando aun más el ánimo de otro final de almuerzo.

1 comentario:

dijo...

Es que la monotonía de los días o la rutina agobia, demasiado...