En un momento de amplia lucidez maldijo su pésima costumbre de llenar los espacios muertos de tiempo con humo y cenizas. Soberanamente y de un saque recapacito al caer en cuenta que si continuaba con el vicio, pronto su tiempo sería el de los muertos y que no dejaría más que una nube de humo cuando su cuerpo se convirtiera en cenizas. Como le había recomendado su amiga Julia, dejo inmediatamente de fumar.
jueves, 30 de agosto de 2007
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