lunes, 24 de septiembre de 2007

Yogurt

Estaba sentada en una escalera comiendo su yogurt vencido en un mediodía cualquiera de estos, cuando un ataque filosófico y punzante le atraco el estomago de un golpazo en la quinta cucharada. Entonces analizando su situación más en detalle comenzó a cuestionarse si habría también alguna fecha de caducidad para su noviazgo, su trabajo tan detestable y hasta para su propia vida.
El malestar estomacal le duro poco tiempo gracias a un digestivo té efervescente, pero el filosófico todavía le sigue doliendo mucho y parece no irse con ningún remedio. Es por eso que de ahora en mas ella siempre suele mirar con mucha precaución las fechas de vencimiento de los lácteos, para evitarse las desagradables e insospechadas consecuencias que pueda llegar a traerle algún otro producto en mal estado.

3 comentarios:

meirlauquen dijo...

Podría morigerar su inquietud , el saber que se puede reciclar . Claro está que lo difícil es anunciarse como desperdicio .

Mar dijo...

Me encantó esta entrada.... sin durda para reflexionar largo y tendido sobre la misma...

Gracias por tus palabras en mi blog y vuelve siempre que quieras..

Enhorabuena además por el tuyo, muy muy interesante!

Saludos desde una noche llena de insomnio

tumejoramig@ dijo...

Que pasada! Pero es que, claro, todos tenemos fecha de caducidad, solo que preferimos no verla.
Besos